sábado, 17 de noviembre de 2007

UN LIBRO QUE RECOMIENDO

Octubre 8, 2007 by mariaisabelherrero en 3AULA 3, blog sobre educación

Un profesor de Instituto, muy conocido mío, me regala un ejemplar de su libro titulado “El último día de mi vida”. He decidido recomendarlo en mi blog por varias razones: una muy simple, que lo he leido de un tirón, porque no se puede dejar una vez que se empieza. Otra que, lo mismo que me ha gustado a mí, le puede gustar a otras personas, sobre todo adolescentes.

No os voy a contar de qué trata porque no tendría ninguna gracia, pero sí os puedo decir que valora la amistad, la vida, el amor, el sentido de la muerte etc… y os puede enseñar que el abuso del alcohol no conduce a nada bueno. Y no sigo porque lo tenéis que leer que es el mejor modo de enteraros. También os puedo decir que puede hacernos reflexionar sobre el sentido de nuestra existencia.

Os lo recomiendo, es muy corto, quizá excesivamente corto, y se lee de una sentada. Os repito que es estupendo sobre todo para adolescentes y padres de adolescentes.
El autor es Marcial Izquierdo. Editorial Bruño. 2007.
Comentario aparecido en www. bienvenidosalafiesta.com

jueves, 8 de noviembre de 2007
Objetivos cumplidos
El protagonista y narrador de El último día de mi vida, de Marcial Izquierdo, es Miguel, un estudiante que cuenta lo sucedido un día, desde primera hora de la mañana hasta la noche y, en cada tramo del relato, anuncia repetidamente que ese es el último día de su vida: se supone que un tren lo arrollará. Las consideraciones del profesor de filosofía sobre la muerte afectan al protagonista pero, cuando llega el momento de la juerga del viernes, de la bebida y de las apuestas locas, todo queda en segundo plano.El autor, profesor de filosofía, ha escrito esta historia, inspirada en un hecho real, hilando muy bien algunas incidencias de vida colegial, con oportunas referencias a Platón, Jorge Manrique, Antonio Machado, etc., y con otras circunstanciales a Estopa, Melendi... Al estar todo contado en primera persona, suenan artificiosas las referencias que se contienen en cada capítulo al tren que viene de Madrid, aunque seguramente así subirá más la temperatura emocional de muchos lectores.De todas maneras, este tipo de «novelas de profesor», en las que sus autores son profesores y escriben como tales, buscando que algunas enseñanzas lleguen a un público joven, han de medirse también (o sobre todo) por cómo consiguen el objetivo que buscan. Y, me parece, este libro es de los que puede hacer pensar un poco más acerca de cómo algunas inconsciencias pueden tener consecuencias trágicas.
Marcial Izquierdo. El ultimo día de mi vida (2007). Madrid: Bruño, 2007; 200 pp.; col. Paralelo cero; ISBN: 978-84-216-9153-3.

martes, 25 de septiembre de 2007


EL CORREO DE BURGOS, SÁBADO 22 DE SEPTIEMBRE DE 2007
OPINIÓN
TRIBUNA LIBRE

El último día de mi vida
MANUEL PRADO ANTUNEZ*

Éste es el título que ha decidido po­ner a su primera novela el autor burgalés Marcial Izquierdo. No­vela que edita Bruño, y que apare­ce en un esquema de novela bre­ve, juvenil, y dirigida a un público adolescen­te, entre los doce y los… Precisamente, una lectura ingenua de la novela, nos abocaría a contestar en los puntos suspensivos, diecio­cho ...
Porque la novela, en un registro reduc­tor de su lectura, nos lleva a un mundo ju­venil, donde los adolescentes que pululan por la misma, semejan criaturas indolentes que esperan la campana que indica la fina­lización del tiempo pausado, para iniciar, acto seguido, el tiempo de la ruptura, el tiempo «online», que es un acto seguido so­bre puntos suspensivos.
La novela breve y de lectura que engan­cha, se inicia en el principio de un día nor­mal, donde los adolescentes lesivos que la protagonizan, centran su vida en que lle­gue la noche y todo el alcohol que les inunda, les induzca a renunciar al amor y a la vida en el acto egoísta de demostrar su propia iniciativa impulsiva, su thanatos vital.
Esta lectura merece la pena, como un momento transversal en el aprendizaje que nos procura el propio desarrollo como per­sonas.
Una lectura menos reductora, ampliaría la edad a la que va dirigida la novela, con­virtiéndola en una novela para mayores con reparos metafísicos.
Efectivamente, esta segunda lectura se iniciaría de raíz en el propio título, y cabal­garía a través del mismo. Asistimos al últi­mo día de mi vida, de su vida, de nuestra vida: un último día que puede ser hoy mis­mo, ahora ...
Perplejos comprobamos que a pesar de que va a resultar el último día, no nos inva­de, en ningún momento, esa serena sensa­ción de posteridad con la que maquillan a los personajes cinematográficos.


«Nunca sabemos si
vivimos ya el dorso
de nuestras vidas, el
instante donde sólo
se precisa ir
manejando esas
últimas palabras
por las cuales nos
recordarán»

Nunca sabemos si vivimos ya el dorso de nuestras vidas, el instante donde sólo se precisa ir manejando esas últimas palabras por las cuales nos recordarán. Hoy pienso que quizá ni siquiera sean palabras dicta­das en la ultimidad del suspiro de finalización, sino convencidas palabras que sur­gen de aquellas personas que viven en la querencia de la posteridad, a la retaguar­dia del desarrollo vital.
Esta lectura nos urge encontrar respues­ta a la ausencia de este sentimiento de pos­teridad, que configura el rostro de la socie­dad actual, donde nada de lo que ocurre es vicisitud, efecto y orden.
Una tercera lectura de las posibles, nos presenta el libro entero como una sola pre­gunta que requiere nuestra atención, una posterior reflexión para alcanzar una res­puesta. La pregunta es simplicísima, ¿qué es la amistad?
Todo el libro esta configurado por esta pregunta, como si las propias letras salta­ran de un lado a otro y, ante nuestros ojos apareciera siempre. De esta manera, el au­tor revela la necesidad de posterioridad que nuestra época ha ocultado, y, por otra parte, nos dirige al real concepto que no parece conformar a la persona ética, la amistad. ¿Adhesión? ¿Intimidad? ¿Lealtad?
Esta lectura hace que el libro se dirija a todos, pero, especialmente, a aquellos que deben hacemos crecer como personas, a los educadores o padres, o al padre que to­do niño lleva dentro (y todo adulto, por cierto).
El último día de nuestra vida no es un día online, no es un día egoísta, es un día donde la posteridad se halla como raíz del que emerge, y que se eleva sobre los pila­res de la adhesión, la lealtad y, por qué no, la intimidad. No en balde la comprensión filosófica de la Vida sólo se alcanza cuando se urdimbra la misma con estos mimbres.
*Manuel Prado Antunez es escritor

lunes, 13 de agosto de 2007

miércoles, agosto 01, 2007
Comentario aparecido en http://latormentaenunvaso.blogspot.com/

El último día de mi vida, Marcial Izquierdo
Bruño, Madrid, 2007. 95 págs. 7,50
Óscar Esquivias

En el viejo misal de mi abuela aparecía el siguiente comentario en la octava de Navidad (el día 1 de enero): «Procura tú empezar este año, y continuarlo después, como si fuese el último de tu vida, que, si no lo es, podría serlo, y alguna vez ciertamente lo será». No se puede decir que sea la forma más animosa de saludar al año nuevo, con ese tuteo tan directo, como si el propio dedo descarnado de la parca te señalara.Esta idea (la fragilidad de la vida, lo imprevisible de la muerte) se repetía en otras páginas del libro: «Nadie es tan viejo que no pueda vivir un día más y nadie es lo suficientemente joven como para no morir hoy», insistía el misal. Había que vivir cada jornada como si fuera la última, aunque uno fuera un niño y rebosara salud.Esto me impresionaba mucho de chaval, hasta el extremo de que cada vez que montaba en el coche de mis padres para ir al pueblo o volver a casa me iba despidiendo mentalmente del paisaje.
Aquellos que han sobrevivido a una experiencia traumática (un accidente o un atentado, por ejemplo) a veces repasan obsesivamente sus actos durante las horas previas a aquel azar que les cambió la vida. Al recordar sus gestos despreocupados no pueden evitar ver cómo cada uno de ellos les conduce inexorablemente hacia ese destino doloroso que desconocían. Una voz interior, al tiempo propia y ajena, comenta minuciosamente esta secuencia de recuerdos aparentemente cotidianos: bajo por el ascensor, me detengo a hablar con un vecino, hay cola en el quiosco, pierdo mi tren habitual, tomo el siguiente cercanías...). Esta voz retrospectiva que conoce el futuro pero que no lo puede cambiar es la que utiliza Marcial Izquierdo para narrar su primera novela, El último día de mi vida. De todas las obras destinadas a lectores jóvenes que he leído últimamente, ninguna me ha conmovido tanto como la de este catedrático de Filosofía del Instituto Félix Rodríguez de la Fuente de Gamonal (Burgos). Marcial Izquierdo ya había publicado (junto a otros autores) una Historia de la Filosofía (Ariel, 2004) y ahora se estrena con esta obra en el mundo de la literatura, y lo hace de la mejor manera posible.
¿Qué se cuenta en su novela? En principio, lo que el propio título anuncia: el último día de un muchacho, Miguel, que parece que ha decidido suicidarse arrojándose al paso de un tren mercancías que llegará a su ciudad por la tarde. Miguel afronta las rutinas del día con absoluta normalidad (asiste a sus clases en el instituto, hace un examen, queda a comer con sus compañeros, se insinúa a una chica que le gusta, se emborracha con unos amigos). Lo que vamos conociendo de él nos indica que es un adolescente sin problemas graves y feliz, mejor dicho, inconscientemente feliz. El aire cotidiano de sus actos contrasta brutalmente con su determinación de matarse, pues es el propio Miguel (o, para ser precisos, esa voz retrospectiva dentro de Miguel) quien nos cuenta en primera persona todo lo que va pasando.No todo es lo que parece. La novela tiene muchas sorpresas y no conviene desvelarlas aquí. El último día de mi vida está escrita con una sobriedad y una emoción irresistibles y se lee con avidez.
Marcial Izquierdo, como hemos dicho, imparte clase de Filosofía en un instituto y, por tanto, conoce muy bien a los adolescentes y sus inquietudes. Su novela apasionará a los jóvenes porque, con absoluta naturalidad y eficacia narrativas, plantea asuntos muy importantes: no sólo la fragilidad de la vida, sino también la necesidad de que seamos conscientes y responsables de nuestros actos. En la novela de Izquierdo hay ecos de los temas eternos de la literatura: la cita con el destino (simbolizado por el tren que avanza imparable), el sentido del sacrificio y de la muerte, el poder de la amistad y la fuerza del amor.
Si yo tuviera un hermano adolescente, no dudaría en darle este libro. Es el mejor regalo que le podría hacer: una lectura conmovedora para reflexionar y enriquecer su experiencia de la vida. Absolutamente recomendable.

lunes, 11 de junio de 2007

EL CORREO DE BURGOS, JUEVES 24 DE MAYO DE 2007
CULTURA

PUBLICACIÓN / El profesor de Filosofía del Instituto Félix Rodríguez de la Fuente presenta 'El último día de mi vida' con la doble intención de entretener y provocar la reflexión
Marcial Izquierdo se cuela en la mente de un adolescente en su estreno novelesco


BURGOS.- Hoy es el último día de mi vida. Un tren de mercancías que transporta hidrógeno líquido, bobi­na de cobre y madera de pino ha salido ya de la estación de Chamar­tín. Viaja hacia San Sebastián e lrún. Cuando llegue a Burgos, so­bre las 19.45, me encontrará frente a él. Estaré muerto, sin remedio, en unos segundos. Marcial Izquierdo (Palencia, 1959) lee el primer pá­rrafo “para situar la historia” de El último día de mi vida (Editorial Bruño). Este libro supone su estre­no en el mundo de la ficción hacia el que le ha empujado su experien­cia como profesor de Filosofía y su inquietud por «reflejar la proble­mática en la que se encuentran los jóvenes hoy».


El último día de mi vida narra la historia en primera persona de un estudiante de Bachillerato que, presumiblemente, va a estar muer­to esa misma tarde. Está inspirado en una noticia, aunque “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”.

Un argumento «que entretiene» al tiempo que invita a la reflexión porque el telón de fondo está urdi­do por varias claves filosóficas: las relaciones entre los profesores y los alumnos ("los profesores, se diga lo que se diga, siempre queremos mejorar a nuestros alumnos"), y entre los padres y los hijos, la amistad ("profundizo en el hecho de que hoy en día los jóvenes confunden la amistad con el coleguismo"), la búsqueda de la felicidad ("son muchos los señuelos y las propuestas que les llegan, pero su búsqueda no está orientada y yo quiero que reflexionen sobre si los objetivos que persiguen en su vida les van a reportar o no esa felicidad"), el amor ("lo he distinguido del mero deseo porque me da la sensación de que los adolescentes también andan desorientados en esto") y la muerte.

Y lo hace con el firme convenci­miento de que es el amor el que «nos salva a todos. La gente lo que quiere es ser querida y, tal vez, la solución esté ahí».

Entretener y reflexionar son los dos objetivos perseguidos por Mar­cial Izquierdo. Para conseguirlo ha cuidado el contenido. Y también el continente. La historia se narra en cien páginas, con capítulos muy cortos y ágiles, generosidad en diá­logos y una tensión narrativa que
se mantiene a lo largo del volumen.

Un último atractivo de este libro identificado por su autor es su ubi­cación en el presente. «Ahora hay mucha novela histórica, que sitúa a los personajes en el pasado, parece que queremos ponernos una venda sobre lo que tenemos delante y yo he querido centrarme en la actuali­dad», comenta.

Detrás, la filosofía
La publicación de El último día de mi vida ha coincidido en el tiempo con la salida de Palabras en la are­na, de José Ramón Ayllón. Ambos profesores de Filosofía. La inclina­ción de este colectivo por la litera­tura juvenil la explica Izquierdo: «Conseguir que se entiendan los conceptos filosóficos directamente nos cuesta muchísimo esfuerzo, pero contados a través de una his­toria su comprensión resulta más fácil que a través de un ensayo».

Y es que el profesor del Instituto Félix Rodríguez de la Fuente de­fiende que esta materia puede ser entretenida y útil para la vida si se explica bien, aunque la experiencia le dice que es un arma poco utiliza­da por los jóvenes y así lo ha refle­jado en su primera novela. «Las re­comendaciones caen en saco roto y es algo que a los profesores nos preocupa porque queremos que los objetivos que se marquen en la vi­da les reporte la felicidad, no la au­todestrucción», expone Izquierdo.
MARTES 15 DE MAYO DE 2007 DIARIO DE BURGOS
Una historia sobre el destino marca 'El último día de mi vida', de Marcial Izquierdo
Inspirada en un suceso trágico que apareció en la prensa, la novela publicada por la Editorial Bruño analiza el presente de los jóvenes


• Ambientado en Burgos, el libro juvenil del catedrático del Instituto Félix Rodríguez de la Fuente reflexiona sobre la vida y su sentido en el transcurso de una única jornada.
I.L.H. / BURGOS

«Hoy es el último día de mi vida. Un tren de mercancías que transporta hidrógeno líquido, bovina de cobre y madera de pino ha salido ya de la estación de Chamartín. Viaja hacia San Sebastián e Irún. Cuando llegue a Burgos, sobre las 19:45, me encontrará frente a él. Estaré muerto, sin remedio, en unos segundos». Así comienza la novela de Marcial Izquierdo publicada por la Editorial Bruño. Un joven estudiante de bachillerato describe lo que le sucede en el último día de su vida, mientras el tren de su destino recorre los kilómetros que les separan.


La historia, inspirada en un suceso trágico que apareció en la prensa y ambientada en Burgos, reflexiona sobre el destino, la vida y su sentido, el amor y la amistad y sobre la felicidad. Con este libro el profesor de Filosofía del Instituto Félix Rodríguez de la Fuente ha querido retratar el mundo de los jóvenes a través de una historia sugerente, concisa, directa y atractiva: «He pretendido contar una historia actual que nos sirva para analizar el presente y con la que el lector pueda reflexionar sobre si los objetivos que tiene marcados le van a reportar la felicidad», asegura el coautor de un manual sobre Historia de la Filosofía publicado por Ariel.

Con este libro Marcial Izquierdo se «estrena» en el mundo literario de ficción y lo hace avalado por una editorial nacional especializada en narrativa juvenil. «Mandé El último día de mi vida a la editorial y me llamaron a los treinta días diciendo que les encantaba la historia y que me la publicaban. Yo mismo estoy sorprendido porque es mi primer libro. El objetivo era despertar emociones y, según me cuentan, tiene pasajes muy emocionantes».

Con apenas cien páginas y capítulos muy cortos e intensos, Marcial Izquierdo busca también iniciar a la lectura a aquellos primeros lectores que no se atreven con obras muy largas. «He tratado de escribir lo que a mí me hubiera gustado leer cuando era joven: una historia dinámica, breve, con cierto interés, que estuviera relacionada con mi vida y que me sirviera para reflexionar», apunta el autor.

En una única jornada, el protagonista tendrá tiempo para el estudio y la familia, para plantearse dudas existenciales, para hablar del amor y los amigos y para acercarse a la muerte: "Hay quien me ha dicho que el protagonista es un antihéroe, que el héroe está oculto y hay que descubrirlo".