lunes, 11 de junio de 2007

EL CORREO DE BURGOS, JUEVES 24 DE MAYO DE 2007
CULTURA

PUBLICACIÓN / El profesor de Filosofía del Instituto Félix Rodríguez de la Fuente presenta 'El último día de mi vida' con la doble intención de entretener y provocar la reflexión
Marcial Izquierdo se cuela en la mente de un adolescente en su estreno novelesco


BURGOS.- Hoy es el último día de mi vida. Un tren de mercancías que transporta hidrógeno líquido, bobi­na de cobre y madera de pino ha salido ya de la estación de Chamar­tín. Viaja hacia San Sebastián e lrún. Cuando llegue a Burgos, so­bre las 19.45, me encontrará frente a él. Estaré muerto, sin remedio, en unos segundos. Marcial Izquierdo (Palencia, 1959) lee el primer pá­rrafo “para situar la historia” de El último día de mi vida (Editorial Bruño). Este libro supone su estre­no en el mundo de la ficción hacia el que le ha empujado su experien­cia como profesor de Filosofía y su inquietud por «reflejar la proble­mática en la que se encuentran los jóvenes hoy».


El último día de mi vida narra la historia en primera persona de un estudiante de Bachillerato que, presumiblemente, va a estar muer­to esa misma tarde. Está inspirado en una noticia, aunque “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”.

Un argumento «que entretiene» al tiempo que invita a la reflexión porque el telón de fondo está urdi­do por varias claves filosóficas: las relaciones entre los profesores y los alumnos ("los profesores, se diga lo que se diga, siempre queremos mejorar a nuestros alumnos"), y entre los padres y los hijos, la amistad ("profundizo en el hecho de que hoy en día los jóvenes confunden la amistad con el coleguismo"), la búsqueda de la felicidad ("son muchos los señuelos y las propuestas que les llegan, pero su búsqueda no está orientada y yo quiero que reflexionen sobre si los objetivos que persiguen en su vida les van a reportar o no esa felicidad"), el amor ("lo he distinguido del mero deseo porque me da la sensación de que los adolescentes también andan desorientados en esto") y la muerte.

Y lo hace con el firme convenci­miento de que es el amor el que «nos salva a todos. La gente lo que quiere es ser querida y, tal vez, la solución esté ahí».

Entretener y reflexionar son los dos objetivos perseguidos por Mar­cial Izquierdo. Para conseguirlo ha cuidado el contenido. Y también el continente. La historia se narra en cien páginas, con capítulos muy cortos y ágiles, generosidad en diá­logos y una tensión narrativa que
se mantiene a lo largo del volumen.

Un último atractivo de este libro identificado por su autor es su ubi­cación en el presente. «Ahora hay mucha novela histórica, que sitúa a los personajes en el pasado, parece que queremos ponernos una venda sobre lo que tenemos delante y yo he querido centrarme en la actuali­dad», comenta.

Detrás, la filosofía
La publicación de El último día de mi vida ha coincidido en el tiempo con la salida de Palabras en la are­na, de José Ramón Ayllón. Ambos profesores de Filosofía. La inclina­ción de este colectivo por la litera­tura juvenil la explica Izquierdo: «Conseguir que se entiendan los conceptos filosóficos directamente nos cuesta muchísimo esfuerzo, pero contados a través de una his­toria su comprensión resulta más fácil que a través de un ensayo».

Y es que el profesor del Instituto Félix Rodríguez de la Fuente de­fiende que esta materia puede ser entretenida y útil para la vida si se explica bien, aunque la experiencia le dice que es un arma poco utiliza­da por los jóvenes y así lo ha refle­jado en su primera novela. «Las re­comendaciones caen en saco roto y es algo que a los profesores nos preocupa porque queremos que los objetivos que se marquen en la vi­da les reporte la felicidad, no la au­todestrucción», expone Izquierdo.

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